Testimonios

Los sacerdotes escriben...

Antaño, cuando me preguntaban cual era mi flor predilecta yo respondía siempre "la rosa", a causa de su forma, de su color y de su perfume. Ahora cuando me hacen la misma pregunta, yo respondo "La Margarita".
Y continúo evidentemente explicándoles "el porqué". Digo todo lo que sé sobre ese movimiento "Las Margaritas" que se propaga en el mundo entero; luego les expreso mi alegría de ser un integrante. En mi apostolado de Sacerdote me siento secundado por este grupo de personas que vive en Village-Huron y sé que una persona reza especialmente por mí, cada día de la semana. Esto me da confianza y seguridad en todo lo que digo y en todo lo que hago. La Margarita me es tan preciosa como el sol, el agua y el aire que son necesarios para cada flor que el buen Dios hace florecer en nuestra tierra. Yo les digo "GRACIAS" y, yo en mi lugar, también oro por ellas" .  
                                                                                                                                           Constant Lamoureux, r.s.v.


"He recibido una carta que me ha dado placer, remitida por "las Margaritas", movimiento bajo el patronazgo de María, "Madre de la Iglesia". Esta iniciativa fundada en Aylmer en 1981 para sostener a los sacerdotes en su ministerio y su vida espiritual llegó hasta Saint-Hyacinthe con la aprobación de Louis Langevin. Él desea que todos los sacerdotes de nuestra diócesis sean adoptados de por vida por los laicos, los religiosos, los diáconos, para responder a la invitación de San Pablo: "Orad por mí, para que yo pueda predicar con fuerza la Palabra" (Ef. 6,19), y al llamado del Maestro: " Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores a su cosecha" (Mt, 9,38)
Las personas que se comprometen son conscientes del hecho de no ser predicadores entre las multitudes, más bien se consideran "la levadura en la masa" por sus oraciones y su ofrenda cotidiana hacia el sacerdote que han escogido, la unión de los sacerdotes con su obispo y con los jóvenes que se preparan al presbiterio.
En nombre de todos los sacerdotes, quiero sinceramente agradecer a "las Margaritas" por el apoyo a nuestro ministerio por medio de sus rezos."
                                                                              Chanoine Gaston Giguère, St-Hyacinthe, marzo del 2000.



'' La ofrenda cotidiana de oraciones y de sacrificios pone en marcha energías invisibles que contactan y dan vigor a los sacerdotes cansados, enfermos o tentados por el desánimo... Estas ofrendas son un tesoro de gracias que garantizan no sólo el cumplimiento de un ministerio sacerdotal decente, sino también y sobre todo la búsqueda cotidiana de la santidad en los sacerdotes. ¡Que bello testimonio es la solidaridad entre las Margaritas y los vicarios de Cristo en la busqueda de la santidad! Los sacerdotes nutren a las Margaritas de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, mientras que las Margarita sostienen a los sacerdotes con sus ofrendas cotidianas discretas pero preciosas, '' pequeñas almas, enamoradas del sacerdocio...''
                                                                                                                                                           
                                                                                                                                                    Cardenal Marc Quellet


" Estoy muy agradecido por la amistad y el apoyo espiritual que el Movimiento de las Margaritas ofrece a los sacerdotes e inclusive a los obispos de nuestro país ".

                                                                                                                                    Jean Gagnon, obispo de Gaspé



"... Este vigésimo quinto aniversario, será una nueva ocasión para subrayar el rol del sacerdocio en la Iglesia y el de miles de pequeñas almas que se unen a Cristo Padre y alimentan la flama del amor".

                                                                                                                                              Raymond Tremblay, cssr.


" Quiero felicitarles por todo este bello trabajo realizado por nosotros, sacerdotes del Señor Jesús...todos estos rezos por nosotros, estas ofrendas de días por nosotros, producen frutos abundantes de gracias en nuestros corazones. Estén seguros de ello... Si no estaré fisicamente presente, créanme..."

                                                                                                                                                           Jean Claude Matte


Un sacerdote beneficiario nos confía...


"Al principio, yo me preguntaba cómo un verdadero hombre se siente cuando se hace decir "nosotros somos tu Margarita", nos confía Alain Faucher, sacerdote. 

Hace más de quince años, cuando Alain vivía una gran soledad en su trabajo apostólico (los curas, asentados entre dos campanarios no tenían tiempo para estar con él; el obispo ocupado apagando incendios, saltando de una reunión a otra, no tenía tiempo ni para estar en donde estaba; entre su trabajo de semana y el de fin de semana en el que debía saltar de una región a otra le resultaba difícil saber en donde estaban sus raíces), aprendió que un grupo de personas era "SU MARGARITA".

 A través de esta experiencia, he aquí lo que Alain aprendió :

"...yo soy beneficiario, es decir una persona que recibe algo bueno a causa de las circunstancias de la vida sin haberlo buscado ¡y aún menos solicitado! Estoy viviendo, en mi vida cotidiana de sacerdote, lo que yo he leído tanto en el catecismo, mi Historia santa, mi teología, sin haber podido hasta ahora situarla cabalmente: soy agraciado, se me transmite una gratuidad, una gracia. A través de este lazo inesperado, no solicitado, yo aprendo a explicar a los demás lo que es una gracia, sea la gracia del matrimonio, la gracia de la maternidad o de la paternidad, la gracia de la esperanza y de la caridad. 

Lo que yo recibo de mi Margarita viene por la gracia de la distancia. 

La oración de mi Margarita me da regularmente una mirada venida de afuera, una mirada sorprendente cuando tengo pena de creer, de confesármelo: "soy sacerdote", y aún si tengo alguna dificultad, no soy yo el que me lo digo, es esta carta de aniversario de ordenación. La única que yo recibo. Es esta invitación a cenar... acostumbro a dar citas. Es este mensaje sobre la salud de una o de otra persona que confía en mi oración.

 La Margarita me confirma: "soy sacerdote, cada vez más." Me vinculo de esta manera con el asombro de haber sido aceptado como cura por la Iglesia. Me vinculo con el agradecimiento ante esta maravilla y este misterio. No hago sino funcionar como sacerdote. Soy sacerdote.

Esta afirmación me es dada por otras personas, personas a quienes no puedo devolver lo que me dan una vez por semana. Son, en un sentido literal, personas extrañas a mi oficio, a mis esfuerzos, a mis luchas, a mis decepciones. Mi Margarita no sabe nada de mis dramas, de mis subidas de hormonas, de mis victorias o de mis horas encubiertas. Mi Margarita no vive en mis maletas. No tiene ninguna idea de los archivos que yo paseo entre mis tres computadores.

Y por tanto, las personas de mi Margarita van a lo esencial: me hacen vivir la maravilla que es la Iglesia: una red de personas creyentes que pueden encontrarme, gracias a la fe, pese a todos los demás matices que las diferencian. El lugar no cuenta más. La edad tampoco. Tampoco la situación social. Mucho tiempo antes de que tuviéramos Internet y correo electrónico, la Iglesia nos puso en contacto gracias a la conexión por excelencia, Jesús Hijo de Dios... Es tiempo de cesar de dejarnos cortar las alas por los medios, e inclusive por aquellos que pagamos con nuestros impuestos.

Es tiempo que la vida recomience a circular directamente entre las personas que son de la Iglesia. La experiencia de las margaritas lo prueba: esta vida que circula sin interferencia y sin dilución nos ayuda a durar, nos devuelve el gusto de superarnos y nos reintroduce en un mundo iluminado día y noche por la gracia de Dios, visible entre su pueblo disperso y sin embargo enlazado.

Mi Margarita es una fuente cotidiana de clorofila espiritual. ¡A menudo, la única idea del gesto dado en mi favor por una persona de mi Margarita, me reconcilia con mis labores complicadas! Es particularmente cierto al término de una jornada rápidamente dispersa en los telefonazos, tragada por los papeleos...

A aquellos que creen que las intuiciones de este movimiento son epidérmicas o pasadas de moda, yo declaro: no deshojen mi Margarita. No hagan desaparecer mi Margarita. No se rían de mi Margarita. No se burlen de ella. Cuando tengo la impresión que nadie tiene el tiempo de consolarme, de darme alivio, de estimularme o de mimarme, mi Margarita es una respuesta cotidiana.


                                                                                Extraído del testimonio de Alain Faucher, 9 de Octubre del 2000



"Les agradezco por el bello trabajo que cumplen para dar ánimo y apoyo a los sacerdotes que Dios ha escogido como servidores y pastores del pueblo de Dios..."         

                                                                                                                                                  Fernand Dufour, omi